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Leyendas Del Club Embajador


Resulta ardua labor la de tener que escoger un puñado de nombres de entre una multitud de grandes jugadores que a lo largo de los años han vestido la camiseta embajadora. No en vano, Millonarios se jacta de tener bajo su registro a decenas de jugadores de talla continental y mundial, e incluso, hay equipos mismos, tan legendarios, que buena parte de la nómina merecería un sitial de privilegio.
Sin embargo, a pesar de que hayan existido grandes jugadores e ídolos en la historia azul, éste espacio será dedicado sólo a quienes son considerados verdaderas leyendas, sin cuya presencia, Millonarios no se habría convertido en el equipo más grande y respetado de Colombia.
Para empezar, estará el Maestro Adolfo Pedernera, probablemente el jugador más importante en la historia del club, a quien paulatinamente se le irán uniendo más nombres que llenaron de gloria la camiseta azul.
El Maestro
Posición: Delantero/Director Técnico
País: Argentina
En Millos: 1949-1954
Campeón: 1949 – 1951 – 1952 – 1953
Equipos: Huracán, River Plate, Atlanta y Millonarios
“Como él, nadie”. La sentencia fue de Obdulio Varela, el célebre capitán uruguayo que condujo a su selección a la victoria sobre Brasil en el famoso Maracanazo. Quizá, no exista una forma más certera de expresar en palabras lo que el fútbol y el carisma de Adolfo Pedernera implicaban en una cancha de fútbol: fue simplemente incomparable.
Considerado, sin lugar a discusión, como uno de los mejores y más respetados jugadores de todos los tiempos y lugares, El Maestro, sobrenombre con el que admiradamente se le reconoció, les regaló a los aficionados al fútbol, tanto como a sus compañeros y rivales, la magia de un juego desbordante en inteligencia, talento, carisma, elegancia y sensacionalidad.
Fue un jugador excepcional en medio de una era y un fútbol de excepción. Un estratega y a la vez un ilusionista. Con él, Millonarios inició y culminó la más grandiosa era que haya visto nuestro fútbol y nuestro equipo; fue el pilar sobre el cual se construyó El Dorado, aquella mítica época que convirtió al Ballet Azul en el mejor equipo del mundo, y a sus integrantes, en los forjadores de un juego de antología que pocas veces –o ninguna acaso- se repetirá.
Nacido el 18 de Noviembre de 1918, en Avellaneda (Argentina), ya desde muy joven, Adolfo deslumbraba por su prodigiosa y contundente técnica para jugar al fútbol. Primero ingresó a Cruceros de la Plata, para pasar poco después a las inferiores de Huracán, por entonces uno de los grandes de Argentina. En 1933 se vinculó a River Plate, en donde rápidamente sus condiciones lo catapultarían a la gloria.
En 1935, cuando apenas contaba con 16 años de edad, debutó con el equipo de la banda cruzada. Un año después ya había conseguido el título y fue llamado a integrar la Selección Argentina, con la cual, en 1937, se coronaría campeón de la Copa América, suceso que se repetiría en 1941 y 1945, conformando así una de las selecciones gauchas más brillantes de las que se tenga memoria, y que sin duda fue la mejor del mundo en la década de los 40. Vinieron entonces los numerosos apelativos: El Maestro, El Genio, El Napoleón del fútbol.
Solamente la Segunda Guerra Mundial lo detuvo en sus aspiraciones, pues nunca pudo participar de un Mundial, lo cual privó al mundo de ver en su esplendor su sensacional fútbol. Renato Cesarini, célebre técnico de River Plate y Juventus, comentaría al respecto: "La guerra del 39 impidió su consagración internacional. El mundo entero se perdió de ver a Pedernera, un jugador tan excepcional, que a veces parecía mentira que existiera".
Su impresionante carrera, sin embargo, siguió tomando forma en River Plate, cuadro con el que se convirtió en una verdadera leyenda, después de conseguir cinco títulos en once años militando en sus filas, y en cual conformó otro cuadro de ensueño, La Máquina, una de las escuadras más recordadas y admiradas en toda la historia del fútbol argentino, que además del Maestro, quien era el cerebro del equipo, contó con jugadores como Ángel Labruna, José Manuel Moreno, Félix Lostau y Juan Carlos Muñoz.
También, en el cuadro de Núñez, llegó a compartir equipo con otros grandes jugadores como Hugo Reyes, Antonio El Maestrico Báez, Néstor El Pipo Rossi, y por supuesto, el gran Alfredo Di Stéfano. Con todos ellos volvería a verse en Millonarios, pero antes, en 1947, Atlanta, el equipo de Villa Crespo, hizo una millonaria oferta a River para contar con sus servicios.
Las cosas no marcharon bien con el cuadro bohemio y, en 1948, ya sin muchas aspiraciones, volvió a su club de origen, Huracán. Se pensaba entonces que el fútbol de Pedernera se marchitaría, pero, como los buenos vinos, El Maestro estaba a punto de demostrar que el tiempo sólo había curtido de magistralidad su ya, de por si, fantástico fútbol.
Siendo toda una institución del fútbol argentino, y una leyenda para los aficionados en general, tomó el liderato de los Futbolistas Argentinos Agremiados (junto con sus grandes colaboradores, Alfredo Di Stéfano y Néstor Pipo Rossi), quienes se habían unido para exigir el respeto de sus derechos como profesionales. La situación entre los Agremiados y la AFA se torno cada día más difícil, con lo que se originó la primera y famosa huelga de futbolistas en el campeonato de ese país.
Carlos Cacho Aldabe, zaguero ex-figura de Platense y Alianza Lima, y por aquel entonces entrenador de Millonarios, llegó a Buenos Aires y tentó a Pedernera de viajar a Bogotá y unirse al cuadro embajador, en donde, por disposición de Mauro Mórtola y Don Alfonso Senior, dirigentes de Millos, se quería conformar un cuadro lleno de estrellas, después del fracaso del conjunto albiazul en el primer torneo del fútbol colombiano, donde se esperaba que fuese campeón.
El Maestro aceptó, y con su llegada se abrió la página más gloriosa de la que tenga registro el fútbol colombiano hasta la fecha… la del fútbol arte y el espectáculo lírico con el balón: El Dorado. Su traspaso se concretó el 8 de Junio de 1949 y el día 10 de ese mismo mes arribó a Bogotá. Más de 5.000 hinchas de Millonarios lo recibieron eufóricos en el Aeropuerto de Techo, donde fueron necesarios 200 autos y 25 buses para transportarlos.
Después de éste espectacular recibimiento, Pedernera finiquitó su contrato en las instalaciones del Club y se instaló en una lujosa residencia al norte de la Capital. Un día después de su llegada, el 11 de Junio, asistió al partido entre Millonarios y Atlético Municipal (ahora, Atlético Nacional), que ganaron aplastantemente los azules, por marcador de 6-0. El estadio se llenó sólo para conocerlo.
El 25 de Junio El Maestro se enfundó por primera vez la azul camiseta de Millonarios y, frente a un estadio con total sobrecupo, no defraudó. Millos se impuso 3-0 al Deportes Caldas, y a pesar de no anotar, el diez argentino deslumbró con la desbordante calidad de su juego. La prensa bogotana comentaría al día siguiente: “Un fenómeno, un artista, el maestro del pase, la muestra de la inteligencia. Después del debut del Maestro, todo es posible”.
Las páginas de todas las publicaciones del país se llenaron con su imagen y con relatos que narraban sus hazañas en Argentina. No tardó tiempo para que Pedernera gestionara la llegada a Millonarios de Alfredo Di Stéfano y Pipo Rossi, con lo que se empezó a consolidar la leyenda de El Ballet Azul. Ese año Millonarios arrasó con el campeonato colombiano, aún a pesar de que las nóminas de los demás equipos del país también empezaron a llenarse con figuras del exterior.
Tanto así que, en palabras del propio Alfredo Di Stéfano, Millos jugaba al “5 y baile”, que consistía en dejar de anotarle goles al equipo rival después de hacerle el quinto, para no humillarlo. Es por eso que las grandes goleadas no se vieron para Millonarios en El Dorado, pero si es posible constatar que éste impresionante equipo del 49 logró nueve victorias consecutivas (Bucaramanga, América, Barranquilla, Bucaramanga, Pereira, Once Deportivo, Atlético Municipal, Huracán y Deportes Caldas) con cinco goles a favor, racha que se rompió cuando vencieron 6-3 a Santa Fe.
Incluso, los dos goles determinantes para la consecución del campeonato fueron anotados por El Maestro, en la final ida y vuelta contra Cali (1-0 y 3-2 a favor). El festejo de ese primer título, tanto por parte de aficionados, jugadores y directivos, fue alucinante… sin embargo, pocos presagiarían el lugar privilegiado que la historia les tenía reservado. En 1950, después de un considerable bajón en el rendimiento del equipo, y de caer derrotados 6-1 ante el Deportivo Cali, el Cacho Aldabe renunció a la dirección técnica de Millos.
El Maestro, líder natural, caudillo del grupo, y quien durante sus años como jugador aprendió todo lo necesario para ser un brillante entrenador, asumió la dirección técnica de Millonarios. Su inteligencia para manejar los tiempos del partido, dar el toque preciso y edificar maravillosas jugadas, se trasladaría entonces al banco.
Fue esa la consolidación definitiva del prodigioso Ballet Azul. Con Pedernera como entrenador, conociendo de antemano a la crema y nata del fútbol sudamericano, a Millonarios siguieron llegando jugadores de impresionante trayectoria y condiciones: Julio Cozzi, Antonio Báez, Julio César Ramírez, Reinaldo Mourín, Ramón Villaverde y Hugo Reyes, entre otros.
Aunque se dedicó en específico a la dirección técnica, en los partidos internacionales y los clásicos más importantes, El Maestro dirigía desde la cancha, en una soberbia muestra de la grandeza de su fútbol e inteligencia. En el campeonato de 1950, después de que Pedernera asumiera el manejo del equipo, éste volvió a exhibir su fútbol exuberante, si bien no le alcanzó para llevarse el título, al quedar detrás de Deportes Caldas.
De ahí en adelante, Millos lo ganó todo. Todo cuanto tuvo oportunidad. Ese equipo, reseñado por propios y extraños como una de las mejores escuadras que haya visto el fútbol mundial, y comandado por Pedernera, se paseó victorioso no sólo por las canchas de Colombia y América, sino por las de Europa.
Llegó entonces el histórico tricampeonato del 51, 52 y 53. Los inobjetables triunfos ante el pentacampeón de Argentina, Racing (4-2 en Bogotá y 2-0 en Avellaneda), San Lorenzo de Almagro, el famoso Hungarian de Ladislao Kubala, Corinthians (quitándole un invicto histórico de 32 fechas), Gremio, Vasco da Gama, Sao Paulo y otros grandes de Brasil, Independiente de Avellaneda, Universitario de Perú y la Selección Chile.
Sendas goleadas propinadas a equipos poderosos como Huracán, Bolívar, Rapid de Viena, y un equipo conformado por las estrellas del fútbol argentino, además de un histórico triunfo 5-1 sobre el River Plate campeón del 52 y 53 en su país, que contaba en su nómina con jugadores de la talla de Amadeo Carrizo, Ángel Labruna y Félix Lostau, partido en donde El Maestro le demostró a su antiguo equipo que a pesar de tener 35 años a cuestas, su fútbol era cada día más grande.
Por supuesto, no se puede dejar de lado el más famoso triunfo de todos, frente al mítico Real Madrid en el estadio Chamartín (ahora, Santiago Bernabéu), por contundente 4-2, que incluyó una anotación del Maestro. En esa memorable gira por Europa de Marzo del 52, el cuadro embajador también derrotó al Nörrkoping y dio auténticas cátedras de fútbol en Valencia, Sevilla y las Islas Canarias. Posteriormente, el equipo madrilista, herido en su amor propio, le pidió a Millos un juego de revancha, y perdió. Pidió revancha otra vez… y volvió a perder. Ése era el Millonarios de Adolfo Pedernera.
También se adjudicaría la Copa Colombia del 52-53 y la Pequeña Copa del Mundo de 1953, torneo interclubes predecesor de la Copa Intercontinental en los años 50’s. Simplemente, un equipo sin parangón en la historia de nuestro país, que alcanzó las más altas gestas y los más grandes e inalcanzables logros.
Apenas cinco años después de su fundación, Don Alfonso Senior, Mauro Mórtola y Adolfo Pedernera, como cabezas, sumados a una impresionante lista de grandes jugadores, habían convertido a Millonarios en el mejor equipo del mundo. Sin duda alguna, sin él -el gran Maestro- ni Millonarios, ni el fútbol colombiano, serían lo que son hoy en día.
Tampoco Alfredo Di Stéfano, quien gracias, en buena parte, a la dirección de Pedernera, y a la perspicacia con que éste supo ver en él una joya en bruto, ratificó en el Real Madrid su condición de más grande jugador de todas las épocas. Incluso, el gran Alfredo, a la única persona a la que se ha referido siempre como “Maestro” ha sido a Pedernera, del mismo modo que lo ha hecho uno de los personajes más relevantes de la historia del fútbol colombiano, el doctor Gabriel Ochoa Uribe, arquero suplente de Millonarios en aquel entonces y el más importante director técnico de nuestro país.
En 1954, acatando las directrices del Pacto de Lima, el cual obligaba a todos los jugadores “ilegales” a retornar a sus clubes de origen, y con el cual culminó el siempre famoso y gratamente recordado Dorado Colombiano, el Maestro volvió a Huracán. Jugó unos pocos partidos, pero consciente de que su sus condiciones ya no eran las mismas, se retiró en medio de la gloria de haber hecho historia y dejarle, a la misma, su ya incomparable legado.
Asumió entonces como director técnico del Globito, para seguir una destacada carrera como entrenador en Nacional de Montevideo, Gimnasia y Esgrima de La Plata, Independiente de Avellaneda, América de Cali, Boca Juniors (donde salió Subcampeón de la Copa Libertadores, detrás del Santos de Pelé), la Selección Colombia (consiguiendo una histórica clasificación al mundial de Chile-62) y la Selección Argentina.
El 5 de Agosto de 1954, después de realizar una pequeña gira en la que la escuadra embajadora empató con el Charlton (Inglaterra), y derrotó al Rott Weiss (Alemania) y al Municipal de Lima (Perú), El Maestro se despidió de Millonarios, enfrentando, nada más y nada menos, que al Vasco da Gama.
No pudo haber sido de otra manera; un potente riflazo de media distancia de Pedernera le dio a Millos la victoria, por marcador de 2 a 1, en lo que constituyó la primera victoria de un equipo colombiano sobre el campeón de Brasil.
Quedó para siempre, en la memoria de la afición azul, el recuerdo de un auténtico genio del fútbol, que condujo a Millonarios al pedestal más alto del balompié mundial, y con ello, se convirtió en la figura más relatada y respetada del equipo y del fútbol colombiano, y una de las más admiradas del fútbol sudamericano y mundial.
En 1994, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, se reunió por última vez con sus dos compañeros y amigos de toda la vida: Alfredo Di Stéfano y El Pipo Rossi. Los tres, fanáticos a muerte de Millonarios y River Plate, compartieron por última vez el placer de recordar una época mítica y surreal, donde el fútbol era un arte que se elaboraba con los pies, y las victorias, apenas una anécdota, consecuencia del más fantástico balompié que se haya facturado nunca.
Un genio. Un crack. Un fuera de serie. Una verdadera leyenda. El 12 de Mayo de 1995, un año después de encontrarse con sus grandes amigos y con la ciudad a la que le dio todo, su corazón dejó de latir, pero no por ello la inmensidad de la historia que escribió con Millonarios, que le valdrá, para la eternidad, la remembranza de su nombre y la gratitud inquebrantable de una afición que no se cansará nunca de repetir: GRACIAS, MAESTRO.

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