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La impotencia de Osasuna empata con el conformismo del Mallorca

En un partido áspero como la lija, el empate se vistió de castigo en el Reyno de Navarra. Osasuna, que quiso y no pudo, pagó su falta de colmillo; y el Mallorca, que pudo y no quiso, lamentó al final su apuesta timorata. Entre la impotencia y el conformismo, el combate fue nulo.

Sin margen para la floritura, ambos tienen claro que su fortuna depende del grado de entrega que pongan en cada envite y con ese empeño saltaron al campo. Los de Mendilibar, colistas, lanzados a inaugurar su casillero. Los de Caparrós, en las alturas de la tabla, agarrados a su fútbol correoso y competitivo.


Mendilibar estuvo fino. Recurrió a Lamah y Kike Sola y entre ambos encontraron el gol para Osasuna. La rosca intencionada del extemo la remató el canterano con un cabezazo de manual. El Mallorca, remolón hasta entonces, reaccionó y encontró el empate en el primer arreón. Con tanta facilidad que acabó por arrepentirse de no haber buscado más.
En un instante, la tirantez devino en violencia. Pasada la media hora, Oier colgó un balón al área balear buscando a Joseba Llorente. Mientras caía el balón, el delantero protagonizaba un baile crispado con Nunes, su pareja de marca, para ganar la posición. Nada fuera del guion hasta que un cortocircuito rompió las buenas maneras. Con la saña de quien guarda cuentas pendientes, Llorente lanzó el codo hacia el rostro de su marcador que, casi de forma simultánea, soltó el puño como respuesta. El árbitro les mandó a la ducha y el retoque de piezas espabiló el partido.

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